—Hola, Lali,
¿qué haces solita?
Me tragué el
nudo de nervios que se me había formado en la garganta, le tenía tan cerca que
nuestros brazos se tocaban.
—Mmm, bueno,
Euge y Nico han ido... —Señalé las escaleras, incapaz de explicar en voz alta
lo que habían ido a hacer. Su sonrisa divertida se convirtió en una mueca de
enfado cuando fijó la mirada en las escaleras, como si le pareciesen
repulsivas. Genial, había conseguido que se calentase otra vez por lo de
Euge y Nico.
Me cogió de
la mano y solté un chillido de sorpresa. Peter rió entre dientes y entrelazó
sus dedos cálidos con los míos.
—Ven,
pequeña y dulce Lali. Puedes hacerme compañía, ya que te han dejado tirada.
Además, he estado toda la noche mirando esas piernas sexys que tienes. Haces
que esos pantalones cortos luzcan todavía más.
Me quedé
boquiabierta mientras me guiaba hasta el sofá vacío. ¿Peter acababa de
decir que mis piernas le parecían sexys? No tuve tiempo de reflexionar
sobre su declaración porque tiró de mí y me sentó en su regazo. Enterró la cara
en mi pelo e inhaló con fuerza.
—Mira que
hueles bien —murmuró. Me rodeó la cintura con una mano y la desplegó sobre mi
estómago desnudo, mientras con la otra se enrollaba un mechón de mi pelo en
torno a un dedo.
—Es suave
como la seda —susurró, y se pasó el pelo por los labios. Después de la
sorpresa inicial, el corazón me empezó a latir a toda velocidad. Esto era lo
más cerca que había estado nunca de un chico y el hecho de que se tratase de
Peter me aterrorizaba y me excitaba a la vez. Su nariz subió por mi hombro y después
se hundió en mi cuello. No pude reprimir el estremecimiento que me recorrió el
cuerpo cuando su cálido aliento me acarició la oreja. La mano que tenía en mi
estómago subió un poco más y me hizo dar la vuelta para que le mirase a la
cara.
—Qué bien me
sientas, Lali. Me haces olvidar todo lo demás —murmuró mientras apoyaba la mano
en mi nuca y guiaba mi boca hacia la suya. Me invadió el mismo anhelo que sentí
la primera vez que me besó. Sacó la lengua, me lamió el labio inferior y soltó
un gruñido. ¡Peter Lanzani gruñó mientras lamía y saboreaba mi boca!. Me apreté
contra él y pasé la mano por sus cabellos oscuros con la esperanza de que aquel
beso no terminase tan abruptamente como el primero. Cuando me recorrió la boca
con la lengua, fui yo la que gruñó. Sabía a algo oscuro y peligroso.
Toqué su
lengua con la mía, con cautela. Sus manos se aferraron a mi espalda y me
apretaron con más fuerza contra su pecho. Su boca dejó la mía y me dispuse a
protestar cuando empezó a dibujar un camino de besos por mi mandíbula y mi
cuello y me mordisqueó suavemente el lóbulo de la oreja. Me contoneé, ansiosa,
mientras el calor se me acumulaba en el vientre y sentía un extraño cosquilleo.
—Eh,
Pit, búscate una habitación, tío —gritó una voz, irrumpiendo en mi mente
desorientada. Me puse rígida y me aparté del abrazo de Peter. ¡Había olvidado
completamente que estábamos en el salón! Nos rodeaba un montón de gente. Me
ardía la cara. Me atreví a mirar a Peter, que me estaba observando con una
sonrisa divertida.
—No te
me pongas tímida ahora, Lali —dijo arrastrando las palabras y apretándome los
costados con las manos. ¿Quién era este Peter? Resultaba tan diferente...
—¡Peter!
¿Qué estás haciendo? — exclamó Euge a mi espalda y me levanté de un salto,
como si hubiese estado haciendo algo malo.
—Bueno, Euge,
estoy haciendo exactamente lo que parece —respondió Peter.
—¡Te has
echado encima de Lali!
—Sí,
nena, exactamente. Tu prima es una monada. Y no ha opuesto resistencia. Estoy
bastante seguro de que también se lo estaba pasando bien.
Empezaron a
sonar gritos de ánimo y silbidos. Me veía incapaz de apartar la vista de Peter.
—Lali está
prohibida. ¿Me oyes? No te atrevas a utilizarla...
—¿Utilizarla?
¿De verdad, Euge?¿Piensas que se trata de eso? Porque, cariño, no es así. Me
siento atraído por otras chicas. Es algo que puede ocurrir, ¿sabes? —Era
imposible pasar por alto la satisfacción en su tono de voz. ¿Por qué
estaba tan satisfecho?
—No es eso
lo que quería decir — replicó Eugenia, prácticamente a gritos. Peter
arqueó las cejas en señal de incredulidad.
—¿De verdad?
Porque es como sonaba desde aquí, cariño.
—Ya
basta, Peter. —La voz de Nico hizo que diese un respingo y me volví para verlo
entrar en la habitación. Oh, Dios mío, estaba cabreado.
—Esta vez no
he sido yo, hermano. Ha empezado ella —Peter no parecía preocupado en
absoluto por el hecho de que Nico pareciese más que dispuesto agolpear a
alguien.
—Y si no
cierras esa bocaza de borracho, seré yo el que lo acabe. —La voz de Nico
era fría y calmada. Peter no estaba borracho, ¿no? Le observé fijamente:
parecía relajado. Cuando mi padre llegaba a casa borracho, era ruidoso y
cruel. Peter era dulce y amable, o al menos lo había sido antes de que nos
interrumpieran.
—Lali,
ven. Tenemos que marcharnos —ordenó Eugenia desde su lugar junto a Nico. Peter
alargó la mano y cogió lamía.
—No te vayas
—dijo en un susurro suplicante.
Lo miré y
tenía que tomar una decisión. Me di cuenta de que todo el mundo a nuestro alrededor
me miraba…
Madre mía como se está poniendo la situación de Peter y euge eee
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