un beso a todosss!!!
Había venido
aquí por una sola razón: conseguir que Peter Lanzani se fijara en mí. No
pensaba irme justo cuando había conseguido su atención.
—Quiero
quedarme un rato más, si te parece bien - respondí, rezando para que Eugenia no
se enfadase. Tampoco es que tuviese una razón para hacerlo.
—Pero...
—No es
asunto tuyo —dijo Peter, interrumpiendo a Euge.
La furia
iluminó los ojos verdes de mi prima y Nico tiró de ella, la abrazó con fuerza
manteniéndola a su lado y le susurró algo al oído. Pareció relajarse un poco y
asintió.
—Vale, bien.
Quédate. Pero no dejes que Peter te lleve a casa. Nico y yo volveremos a
buscarte cuando quieras irte. Sólo tienes que llamarnos. - Asentí. Peter tampoco había prometido
llevarme a casa. Me parecía un buen plan.
—Me alegro
de que os vayáis. Lali y yo necesitábamos una habitación — anunció
Peter, poniéndose de pie con paso vacilante y tirando de mí. Las risas de
la audiencia que habíamos acumulado fueron el toque de atención que necesitaba.
Aparté la mano de un tirón y maldije mi piel clara y el rubor que sabía que debía
de estar cubriéndome la cara y el cuello. Seguramente Peter
estaba borracho. Esperaba que lo estuviese, porque insinuar delante
de todo el mundo que íbamos a hacer algo
en el dormitorio no era el estilo del Peter que yo conocía.
—Creo que me
marcharé con Euge y Nico —respondí, con la esperanza de que no se notara la
humillación en mi voz.
—Espera. No.
¿Qué he hecho? —La voz de niño pequeño de Peter sonó tan apenada que casi me
detuve. Pero recordé sus palabras, dando a entender que íbamos a subir al
dormitorio a hacer Dios sabe qué mientras una habitación llena de gente
nos escuchaba, y seguí adelante.
—Vamos —susurró
Euge, abrazándome a su lado y guiándome hacia la puerta.
—Que alguien
sobrio le lleve a casa o que me llame para venir a buscarle — dijo Nico al
marcharse, antes de darse la vuelta y seguirnos fuera.
—¡No estoy
borracho! —declaró Peter a gritos. Entonces se cerró la puerta y tuve que
reprimir las lágrimas.
Peter
Estaba
borracho. Sólo lo había estado una vez en mi vida, el día que descubrí lo de
Euge y Nico. Estaba casi seguro de que hoy me había emborrachado incluso más
que ese día. Tenía el estómago revuelto y tuve que inclinarme por tercera vez a
vomitar en los arbustos del patio de Mery. El sudor frío me resbalaba por
la cara y apoyé las manos en las rodillas, con los ojos cerrados, rezando para
no desmayarme sobre mi propio vómito. ¿Qué demonios había bebido? Lo único que
recordaba era haber añadido un poco de ron a algunas colas. Quizá después de un
rato dejé de añadir cola y pasé directamente al ron... No, espera, me había
pasado al vodka. Se había acabado el ron. Me vino otra arcada, pero ya no me
quedaba nada que sacar. Retrocedí un poco y me apoyé en la pared de ladrillo
dejando que el aire frío me refrescara.
—Bébete
esto, imbécil. - Abrí los ojos y allí estaba Nico con expresión irritada,
dándome una botella de plástico. Me había traído agua.
Abrí la
botella, bebí un buen trago y al instante me encontré mejor.
—Bebe un
poco más y ven conmigo. Te llevo a casa.
Su actitud
autoritaria empezaba a ponerme de los nervios. Que Euge estuviese con él
no significaba que fuese el más listo de los dos.
—No te metas,
Nico —gruñí, y tomé otro trago de agua.
—Le he
prometido a Euge que te haría entrar en razón. No me obligues a romper mi
promesa.
Puse los
ojos en blanco y me incorporé, apoyándome en la pared donde había estado
descansando. Pasé de Nico y me dirigí hacia mi furgoneta. Ya no estaba
borracho. Había expulsado hasta la última gota de licor.
—No lo hagas,
Peter. Has bebido demasiado y estás a punto de desmayarte. Deja que te lleve a
casa.
Me detuve y
me di la vuelta para mirarle.
—¿Por qué?
No hago más que cabrear a Euge. No puedo parar de mirarla. De desearla. ¿Por
qué carajos quieres ayudarme?
Nico soltó
un suspiro y me devolvió la mirada.
—Porque eres
mi hermano.
Ése era el
quid de la cuestión. Aunque le había importado poco que fuese su hermano cuando
me robó a mi chica.
—Creía que
habíamos pasado página, Peter. Me diste tu bendición. Le diste tu
bendición a Euge y te retiraste. ¿Qué te pasa?
¡¿Qué me
pasaba?! Me pasaba de todo. Él tenía a mi chica. Había entrado en la
universidad que yo quería. Había conseguido todo lo que yo deseaba en la vida.
—Nada
—musité, y me di la vuelta otra vez en dirección a mi coche.
—Peter, si
tengo que hacerlo, te subiré literalmente a rastras a mi furgoneta. —No sonaba
enfadado, sólo sincero. Esta noche no estaba en condiciones de enfrentarme en
un uno contra uno con él. Estaba casi seguro de que perdería y acabaría con
unas cuantas magulladuras.
—Vale.
Llévame.
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