viernes, 1 de agosto de 2014

Curando al corazón - Cap. 8




Holaaaa os aviso que dentro de unas horas os subiré 3 capítulos más :)
un beso a todosss!!!

Había venido aquí por una sola razón: conseguir que Peter Lanzani se fijara en mí. No pensaba irme justo cuando había conseguido su atención. 
—Quiero quedarme un rato más, si te parece bien - respondí, rezando para que Eugenia no se enfadase. Tampoco es que tuviese una razón para hacerlo.
 —Pero... 
—No es asunto tuyo —dijo Peter, interrumpiendo a Euge.
La furia iluminó los ojos verdes de mi prima y Nico tiró de ella, la abrazó con fuerza manteniéndola a su lado y le susurró algo al oído. Pareció relajarse un poco y asintió.
—Vale, bien. Quédate. Pero no dejes que Peter te lleve a casa. Nico y yo volveremos a buscarte cuando quieras irte. Sólo tienes que llamarnos. -  Asentí. Peter tampoco había prometido llevarme a casa. Me parecía un buen plan.
—Me alegro de que os vayáis. Lali y yo necesitábamos una habitación — anunció Peter, poniéndose de pie con paso vacilante y tirando de mí. Las risas de la audiencia que habíamos acumulado fueron el toque de atención que necesitaba. Aparté la mano de un tirón y maldije mi piel clara y el rubor que sabía que debía de estar cubriéndome la cara y el cuello. Seguramente Peter estaba borracho. Esperaba que lo estuviese, porque insinuar delante de todo el  mundo que íbamos a hacer algo en el dormitorio no era el estilo del Peter que yo conocía.
—Creo que me marcharé con Euge y Nico —respondí, con la esperanza de que no se notara la humillación en mi voz.
—Espera. No. ¿Qué he hecho? —La voz de niño pequeño de Peter sonó tan apenada que casi me detuve. Pero recordé sus palabras, dando a entender que íbamos a subir al dormitorio a hacer Dios sabe qué mientras una habitación llena de gente nos escuchaba, y seguí adelante.
—Vamos —susurró Euge, abrazándome a su lado y guiándome hacia la puerta. 
—Que alguien sobrio le lleve a casa o que me llame para venir a buscarle — dijo Nico al marcharse, antes de darse la vuelta y seguirnos fuera.
—¡No estoy borracho! —declaró Peter a gritos. Entonces se cerró la puerta y tuve que reprimir las lágrimas.

Peter

Estaba borracho. Sólo lo había estado una vez en mi vida, el día que descubrí lo de Euge y Nico. Estaba casi seguro de que hoy me había emborrachado incluso más que ese día. Tenía el estómago revuelto y tuve que inclinarme por tercera vez a vomitar en los arbustos del patio de Mery. El sudor frío me resbalaba por la cara y apoyé las manos en las rodillas, con los ojos cerrados, rezando para no desmayarme sobre mi propio vómito. ¿Qué demonios había bebido? Lo único que recordaba era haber añadido un poco de ron a algunas colas. Quizá después de un rato dejé de añadir cola y pasé directamente al ron... No, espera, me había pasado al vodka. Se había acabado el ron. Me vino otra arcada, pero ya no me quedaba nada que sacar. Retrocedí un poco y me apoyé en la pared de ladrillo dejando que el aire frío me refrescara.
—Bébete esto, imbécil. - Abrí los ojos y allí estaba Nico con expresión irritada, dándome una botella de plástico. Me había traído agua.
Abrí la botella, bebí un buen trago y al instante me encontré mejor. 
—Bebe un poco más y ven conmigo. Te llevo a casa.
Su actitud autoritaria empezaba a ponerme de los nervios. Que Euge estuviese con él no significaba que fuese el más listo de los dos.
—No te metas, Nico —gruñí, y tomé otro trago de agua.
 —Le he prometido a Euge que te haría entrar en razón. No me obligues a romper mi promesa.
Puse los ojos en blanco y me incorporé, apoyándome en la pared donde había estado descansando. Pasé de Nico y me dirigí hacia mi furgoneta. Ya no estaba borracho. Había expulsado hasta la última gota de licor.
—No lo hagas, Peter. Has bebido demasiado y estás a punto de desmayarte. Deja que te lleve a casa.
Me detuve y me di la vuelta para mirarle. 
—¿Por qué? No hago más que cabrear a Euge. No puedo parar de mirarla. De desearla. ¿Por qué carajos quieres ayudarme?
Nico soltó un suspiro y me devolvió la mirada.
—Porque eres mi hermano.
Ése era el quid de la cuestión. Aunque le había importado poco que fuese su hermano cuando me robó a mi chica.
—Creía que habíamos pasado página, Peter. Me diste tu bendición. Le diste tu bendición a Euge y te retiraste. ¿Qué te pasa?
¡¿Qué me pasaba?! Me pasaba de todo. Él tenía a mi chica. Había entrado en la universidad que yo quería. Había conseguido todo lo que yo deseaba en la vida.
—Nada —musité, y me di la vuelta otra vez en dirección a mi coche. 
—Peter, si tengo que hacerlo, te subiré literalmente a rastras a mi furgoneta. —No sonaba enfadado, sólo sincero. Esta noche no estaba en condiciones de enfrentarme en un uno contra uno con él. Estaba casi seguro de que perdería y acabaría con unas cuantas magulladuras. 
—Vale. Llévame.

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