Aquí teneis un poco de LALITER! :*
—Papá, tengo
que irme. Mi, mmm, mi amigo acaba de llegar y tenemos planes. Te llamo
luego, cuando haya decidido lo que haré.
—Pero
vendrás...
—No estoy
segura, papá. Ahora tengo que irme. Te llamaré cuando lo sepa. —Colgué el
teléfono antes de que pudiese decir algo más. Aún no me sentía capaz de
levantarme. Necesitaba un momento.
—¿Estás
bien? —preguntó Peter, agachándose para sentarse a mi lado al ver que no me
movía.
Iba a
asentir, pero acabé haciendo un gesto de negación con la cabeza. Me pasó el
brazo por el hombro y me estrechó junto a él. La pequeña muestra de consuelo
hizo que los ojos se me llenaran de lágrimas. Enterré la cabeza en la curva de
su brazo y me esforcé en mitigar los gimoteos que no podía controlar. Peter
no intentó animarme ni me ofreció palabras vacías. Sólo me abrazó con más
fuerza y me besó en el pelo, la sien y la frente mientras yo sollozaba en sus
brazos. Nunca había llorado en brazos de nadie. Abrirme y
compartir mis sentimientos era una experiencia completamente nueva. La
parte de mí que estaba estupefacta por el comportamiento de mi padre quedó a un
lado, y absorbí todo el consuelo posible. Iba a ser fugaz, pero pensaba aprovecharlo
mientras lo tuviese. Después de unos minutos conseguí controlar mis lágrimas y me
sequé lacara con las manos. Por suerte, mi padre había llamado antes de que me maquillase.
Hubiese sido humillante si hubiese manchado de rímel el polo blanco de Peter.
—¿Quieres
hablar del tema? – Compartir con él la noticia de que mi padre había dejado
embarazada su novia de veintitrés años no era algo que estuviese dispuesta
a hacer. Era mucho que asimilar. No quería ver la compasión en sus ojos, cuando
me mirase. Prefería la lujuria o la atracción. Si se compadecía de mí, no sería
capaz de soportarlo.
—No
—respondí, y me incorporé para ver si le había mojado la camiseta.
—Me secaré
—dijo con una sonrisa. Me miraba atentamente, con cara de preocupación.
Una pequeña parte de mí quería contárselo, pero en realidad sabía que nunca
volvería a verme igual si se enteraba de lo patética que era mi vida.
—Gracias.
– Peter se inclinó y me besó con delicadeza la comisura de los labios antes de
cubrir mi boca con la suya. No intentó que me abriese a él. Mantuvo el
beso tierno y delicado.
—Mmm... He
estado pensando en estos labios dulces toda la mañana — susurró pegado a
mí. Derretirme en sus brazos era sencillo e inevitable. Yo siempre tenía hambre
de Peter, cada vez más. Se separó de mí mucho antes de lo que hubiese deseado y
me acarició el pelo con la mano antes de enredarse unosc uantos rizos en un
dedo.
—¿Por qué no
terminas de arreglarte? Tengo ganas de tenerte para mí solo todo el día. - De
repente, las piernas me volvieron a funcionar. Me puse de pie y le
sonreí.
—Dame diez
minutos. – Peter también se levantó y se dispuso a seguirme antes de detenerse de
golpe.
—Mmm, sí,
creo que esperaré en la furgoneta, si te parece bien. –Euge no estaba en casa.
Se había marchado con Nico una hora antes, pero sabía que ésa no era la razón
por la que no quería entrar. Tenía que haber muchos recuerdos ahí dentro,
y él aún no estaba listo para revivirlos.
—Bien, no
tardaré mucho —le aseguré.
Peter
Entrar
en el camino de tierra que conducía al prado no me parecía una buena idea.
Acababa de pasar el día con Lali, los dos solos. Compramos un sacos de dormir,
una mochila y otros bártulos para la acampada. Después, en lugar de ir a
ver una película, me convenció para que jugáramos los dieciocho hoyos del mini
golf. Me había parecido una idea ridícula, pero escuchar la risa de Lali y verla
pavonearse por el campo cuando consiguió un hoyo a la primera había sido mucho
más entretenido que cualquier película.
—No venía
aquí desde que... —Se interrumpió, mordisqueándose el labio inferior. En la
última fiesta en el prado a laque Lali había asistido, había encubierto a Nico y
a Euge. Cuando comprendí que estaba al corriente de que mi novia y mi primo me
habían estado engañando a mis espaldas y no me lo había contado, me enfadé. Siempre
había creído que estaba de mi lado. Pero no era culpa suya.
Había progresado lo suficiente como para verlo con claridad. Alargué el
brazo y le di la mano.
—La última
vez fue cuando Nico y Euge me traicionaron. Aunque les encubriste, no fue culpa
tuya. No te preocupes, ¿vale? – Dejó de mordisquearse el labio; lo tenía
rojo y un poco hinchado. Bueno, qué demonios, era demasiado tentador. Le solté
la mano, deslicé la mía entre sus piernas y tiré de ella. —Mucho mejor
así. Estabas demasiado lejos —susurré antes de inclinar la cabeza para tomar su
labio inferior entre los míos y succionarlo con delicadeza. El pequeño grito de
sorpresa que soltó hizo que la estrechase más contra mí. Dejé resbalar la mano
un poco más entre sus piernas y presioné la suave piel de su muslo. Lali
apretó su pecho contra el mío y articuló una especie de ruego. Le levanté la
pierna y la coloqué encima de mi rodilla, y deslicé la mano un poco más arriba
de su muslo. Su respiración se volvió entrecortada y me di cuenta de que el
corazón me latía más deprisa cuanto más me acercaba a su ropa interior.
—No, no
sigas —dijo casi sin aliento y me empujó con suavidad para interrumpir el beso.
Se sentó bien en su asiento y cerró las piernas. Había estado a punto de hacer
algo que sólo había hecho una sola vez en toda mi vida, cuando tenía trece años
y me había mostrado confuso, sin entender por qué quería Nicole que la
tocase.
—Lo siento
—dije, apoyando la cabeza en el respaldo y concentrándome en los árboles que
tenía en frente, en lugar de comprobar si estaba enfadada conmigo, o peor,
asustada. Tenía que controlar el galope de mi corazón. Había estado tan cerca.
—No te
disculpes. Es que... nunca había hecho nada así y me he puesto un poco
nerviosa. No sé si estoy preparada para eso. - Me cubrió la mano con la suya
y abrí el puño que tenía apretado.
—Yo tampoco
—respondí, volviéndome para mirarla a los ojos. Se le pusieron como
platos.
—Tú
tampoco... ¿qué? – Solté una risa ahogada y giré la mano para que nuestras
palmas se tocasen. Después entrelacé mis dedos con los suyos.
—Nunca había
hecho nada así. A menos que cuentes la vez que Nicole me encerró con ella en el
armario de Mery y me dijo que si no le tocaba las braguitas le diría a
toda la escuela que tenía miedo de besarla. – A Lali se le escapó una
carcajada, y se tapó la boca con la mano que tenía libre para reprimirla.
Sonreí y estreché sus dedos. Era una historia graciosa. —Deja que te diga
que lo que hemos estado a punto de hacer le da mil vueltas a ese recuerdo
extraño y perturbador. – Esta vez las carcajadas eran demasiado fuertes para
contenerlas con la mano, así que alargué el brazo y se la aparté de la
boca. —No lo hagas. Me gusta oírte reír. Y es una historia divertidísima.
Así que es normal reírse.
—No puedo
creer que Nicole te amenazara —dijo entre carcajadas.
—¿De verdad?
¿Conoces a Nicole? Estaba decidida a perder la virginidad antes de llegar al
instituto. Creo que Nico la ayudó a cumplir su objetivo a los catorce
años.
—Vaya. —Su
risa se fue atenuando una expresión seria la sustituyó.
—¿En qué
estás pensando? - Una sonrisa forzada le apareció en los labios.
—En nada,
perdona —dijo mirando la hoguera que ardía en la distancia, entre los nogales—.
¿Listo para salir?
Se encerraba
mucho en sí misma. Cuanto menos quería explicarme algo, más deseaba conocerla. Su
móvil empezó a sonar con una canción romanticona y ella lo sacó del bolso.
En vez de contestar, lo apagó enseguida y lo guardó en el bolsillo de su bolso.
—¿Nadie
importante? —pregunté, deseando que compartiese algo, lo que fuera,
conmigo. Negó la cabeza y buscó el tirador de la puerta.
—No. Ya
llamaré luego.
Observé cómo
bajaba de la furgoneta de un salto antes de decidirme a salir. Mariana Espósito
se lo guardaba todo dentro. Me pregunté si alguna vez llegaría a descubrir qué
pensaba en realidad.
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