viernes, 1 de agosto de 2014

Curando al corazón - cap. 10




Lali

—¿Lali? —la voz de Euge interrumpió mi debate interno sobre si debería quedarme o rendirme y volver a casa. 
—Sí —respondí, deseando poder fingir que dormía.
Eugenia abrió la puerta de la habitación de invitados en la que mi tía había insistido que me instalase. Me incorporé y la observé mientras entraba, retorciéndose las manos. Aquel pequeño gesto nervioso me indicó que quería hablar de Peter. No era precisamente el tema que me apetecía tratar, al menos esta noche. 
—Mmm..., ¿te gusta Peter?
¿Cómo podía estar tan ciega? Euge no tenía ni idea de lo que pasaba a su alrededor. Vivía en una pequeña burbuja y sólo se preocupaba por lo que le afectaba a ella, por nada más. Ahora yo estaba invadiendo su burbuja y empezaba a notar cosas en las que se tendría que haber fijado hacía años.
—Sí, un poco. – respondí
—Eso pensaba. - Se sentó con cuidado en el borde de la cama. Estudié su expresión y me pregunté si su preocupación era por mí o por ella o, posiblemente, por el que había sido su novio durante años.
 —Peter no ha sido él mismo esta noche. Ya lo sabes. - Levantó los ojos para encontrarse con los míos y en ellos solamente vi tristeza, ni celos, ni ansiedad. Sólo estaba triste. 
—Lo sé. Ni siquiera me he dado cuenta de que estaba borracho. Pensaba que ése era el estilo de Nico.
—Normalmente no bebe. Esta noche he visto una parte de Peter que no conocía. Se parecía mucho a..., bueno, a Nico. O, al menos, al Nico de antes.
Sus palabras hicieron que todo encajara. El puzle que Peter había creado esta noche estaba resuelto. Se había comportado como Nico, cuando Nico quería a Eugenia y no la tenía. Sentí una pequeña opresión en el pecho que, por desgracia, me resultaba muy familiar. Era el mismo dolor que notaba cada vez que veía las miradas tiernas y llenas de devoción que Peter dispensaba a Eugenia a cada momento.
Peter lidiaba con la pérdida de Eugenia bebiendo y comportándose como un idiota. Habían pasado seis meses, por Dios bendito. ¿Cuánto tiempo iba a necesitar? 
—Me ha enviado un mensaje. – me informó Euge.
—¿Quién? —supuse que se refería a Peter.
—Peter. Me ha preguntado por ti. Me ha pedido que te dijese que lo sentía. – Mi estúpido corazón se aceleró y me esforcé por mantener una expresión neutra. Me recordé a mí misma que seguramente estaba más preocupado por los sentimientos de Eugenia que por los míos.
—Ah —fue la única respuesta que fui capaz de dar. 
—No sé cuáles son sus intenciones, Lali. Quiero decir que eres preciosa y él es un chico. Comprendo perfectamente que esté interesado en ti... 
—Pero también te preocupa que me esté utilizando para provocarte —acabé la frase por ella.
—Quiere tu número de teléfono. No se lo he dado. No estaba segura de si querías que lo hiciese. 
—Dáselo —respondí al instante.
Euge rió y asintió antes de ponerse de pie. 
—Muy bien, pues. Me alegro de saber cómo están las cosas. —El tono burlón de su voz era un alivio. Le parecía bien.
Estaba de pie delante de la ventana, El breve sonido de
Shower de Becky G me alertó de que me había llegado un mensaje. Fui corriendo a la cómoda y cogí el móvil; el corazón me palpitaba incluso antes de leerlo.
Peter:
Soy Peter. Siento lo de anoche. Deja que te compense. Te voy a llevar a navegar. Ven conmigo, por favor.
Ni siquiera me di tiempo a pensar, me puse a escribir en seguida.
Yo:
Vale. ¿Cuándo?
Quizá hacerme la dura hubiese sido la mejor forma de asegurarme de que le gustaba. Pero no lo tenía claro. Si para él sólo era un arma que usar en contra de Euge, lucharía por cambiarlo. Tenía que conseguir que me viese a mí.
Peter:
 Estate lista dentro de una hora
Yo:
Ok.
Peter:
 Ponte bañador. Preferiblemente el biquini de anoche :)
Respiré hondo para calmarme y releí varias veces su petición antes de responder.
Yo:
OK.
Peter

Lali abrió la puerta justo cuando llegué a casa de Euge. Tenía que solucionar el desastre que había provocado la noche anterior, así que en lugar de disfrutar del espectáculo de sus largas piernas embutidas en unos pantalones rojos diminutos, bajé de la furgoneta y me dispuse a ayudarla a subir.
Sonreía tímidamente cuando me reuní con ella al otro lado de la furgoneta. Sí, aún había esperanza. Incluso después de la escena que había provocado la noche anterior, mi presencia aún la alteraba. Sentí el peso de la culpa en el estómago al ver sus ojos llenos de confianza.
—Hola. —Su acento de Georgia no estaba nada mal. Nunca me había fijado en que Lali tenía una voz demasiado sexy.
—Me alegro de que me hayas perdonado y quieras venir conmigo.
—No hay mucho que perdonar. Te comportaste como un imbécil, pero estabas borracho. Tendría que haberme dado cuenta.
No pude reprimir la risa. Mariana Espósito acababa de llamarme imbécil.
—Es muy considerado por tu parte —respondí. 
—Mmm..., puede que sí. Abrí la puerta de la furgoneta y le di la mano para ayudarla a subir. Los pantalones cortos se le subieron aún más, mi mirada apreciativa detectó una peca increíblemente cerca de la curva de su trasero en forma de corazón. Se me aceleró el pulso y tuve que obligarme a dejar de mirarle la retaguardia.
De camino al embarcadero, miré a Lali por el rabillo del ojo. 
—Todavía te acuerdas de hacer esquí acuático, ¿no? – Había pasado horas enseñándole un  verano, de pequeños, mientras Nico y Euge le daban la fastidiaban desde el bote.
—Sí, supongo. ¿No es como montar en bici? ¿Ya sabes, que cuando aprendes ya nunca lo olvidas?
Los chicos iban a disfrutar demasiado con esto. Si no hubiese necesitado un observador y un piloto de repuesto, lo hubiésemos hecho solos.
Pero el esquí acuático con sólo dos personas no es seguro. Alguien tiene que vigilar al esquiador así que, si yo quería esquiar (y quería, especialmente con Lali), necesitaba a otro piloto.
 —Mmm..., puede que un poco. Pero seguramente necesitarás unos cuantos intentos, si estás oxidada —respondí.
 —Si vamos a practicar esquí acuático, habrá más gente, ¿no?
Asentí, no sin captar el tono de decepción en su voz. Me quería a solas. Eso me gustaba... mucho. 
—¿Estará Gas?
Mi breve instante de placer se evaporó. 
—¿Gastón? Eh, seguramente.
Mierda, había olvidado su pequeño momento de conexión en Wings. Anoche, Gastón no estaba en la fiesta, así que no había presenciado nuestra muestra pública de afecto. No, espera, probablemente ya lo sabía. Era una noticia digna de cotilleo.
—Ah, bien. Al menos tendré a otro amigo allí.
Oh, no. Iba a tener que hablar a solas con Gastón sin que ella se diese cuenta y asegurarme de que comprendía que Lali era intocable. Volví a notar el peso de la culpa, pero la dejé a un lado. Sí, tal vez Gastón era sincero en su interés por Lali, pero ella sólo estaba aquí para pasar el verano. Después, todos nos iríamos a la universidad. Si alguien iba a tener un rollo de verano con ella, iba a ser yo. Fin de la historia. No tenía que sentirme culpable. Era un medio para obtener un fin. Además, miré de reojo a Lali; tampoco es que no disfrutase de su compañía. Era preciosa, lista y divertida. Y Eugenia se tiraría de los pelos, quizá incluso volvería corriendo a mis brazos... Ahí estaba la puñetera culpa otra vez. Necesitaba una cerveza.



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