Lali
—¿Lali? —la
voz de Euge interrumpió mi debate interno sobre si debería quedarme o rendirme
y volver a casa.
—Sí
—respondí, deseando poder fingir que dormía.
Eugenia
abrió la puerta de la habitación de invitados en la que mi tía había insistido
que me instalase. Me incorporé y la observé mientras entraba, retorciéndose las
manos. Aquel pequeño gesto nervioso me indicó que quería hablar de Peter. No
era precisamente el tema que me apetecía tratar, al menos esta noche.
—Mmm..., ¿te
gusta Peter?
¿Cómo podía
estar tan ciega? Euge no tenía ni idea de lo que pasaba a su alrededor. Vivía
en una pequeña burbuja y sólo se preocupaba por lo que le afectaba a ella,
por nada más. Ahora yo estaba invadiendo su burbuja y empezaba a notar cosas en
las que se tendría que haber fijado hacía años.
—Sí, un
poco. – respondí
—Eso
pensaba. - Se sentó con cuidado en el borde de la cama. Estudié su expresión y
me pregunté si su preocupación era por mí o por ella o, posiblemente,
por el que había sido su novio durante años.
—Peter no ha sido él mismo esta noche. Ya lo
sabes. - Levantó los ojos para encontrarse con los míos y en ellos solamente vi
tristeza, ni celos, ni ansiedad. Sólo estaba triste.
—Lo sé. Ni
siquiera me he dado cuenta de que estaba borracho. Pensaba que ése era el
estilo de Nico.
—Normalmente
no bebe. Esta noche he visto una parte de Peter que no conocía. Se parecía
mucho a..., bueno, a Nico. O, al menos, al Nico de antes.
Sus palabras
hicieron que todo encajara. El puzle que Peter había creado esta noche estaba
resuelto. Se había comportado como Nico, cuando Nico quería a Eugenia y no la
tenía. Sentí una pequeña opresión en el pecho que, por desgracia, me
resultaba muy familiar. Era el mismo dolor que notaba cada vez que veía las
miradas tiernas y llenas de devoción que Peter dispensaba a Eugenia a cada
momento.
Peter
lidiaba con la pérdida de Eugenia bebiendo y comportándose como un idiota.
Habían pasado seis meses, por Dios bendito. ¿Cuánto tiempo iba a necesitar?
—Me ha
enviado un mensaje. – me informó Euge.
—¿Quién?
—supuse que se refería a Peter.
—Peter. Me
ha preguntado por ti. Me ha pedido que te dijese que lo sentía. – Mi estúpido
corazón se aceleró y me esforcé por mantener una expresión neutra. Me recordé a
mí misma que seguramente estaba más preocupado por los sentimientos de Eugenia
que por los míos.
—Ah —fue la
única respuesta que fui capaz de dar.
—No sé
cuáles son sus intenciones, Lali. Quiero decir que eres preciosa y él es un
chico. Comprendo perfectamente que esté interesado en ti...
—Pero
también te preocupa que me esté utilizando para provocarte —acabé la frase por
ella.
—Quiere tu
número de teléfono. No se lo he dado. No estaba segura de si querías que lo
hiciese.
—Dáselo
—respondí al instante.
Euge rió y
asintió antes de ponerse de pie.
—Muy bien,
pues. Me alegro de saber cómo están las cosas. —El tono burlón de su voz
era un alivio. Le parecía bien.
Estaba de
pie delante de la ventana, El breve sonido de
Shower de
Becky G me alertó de que me había llegado un mensaje. Fui corriendo a la cómoda
y cogí el móvil; el corazón me palpitaba incluso antes de leerlo.
Peter:
Soy Peter.
Siento lo de anoche. Deja que te compense. Te voy a llevar a navegar. Ven
conmigo, por favor.
Ni siquiera
me di tiempo a pensar, me puse a escribir en seguida.
Yo:
Vale.
¿Cuándo?
Quizá
hacerme la dura hubiese sido la mejor forma de asegurarme de que le gustaba.
Pero no lo tenía claro. Si para él sólo era un arma que usar en contra de Euge,
lucharía por cambiarlo. Tenía que conseguir que me viese a mí.
Peter:
Estate
lista dentro de una hora
Yo:
Ok.
Peter:
Ponte
bañador. Preferiblemente el biquini de anoche :)
Respiré
hondo para calmarme y releí varias veces su petición antes de responder.
Yo:
OK.
Peter
Lali abrió
la puerta justo cuando llegué a casa de Euge. Tenía que solucionar el desastre
que había provocado la noche anterior, así que en lugar de disfrutar del
espectáculo de sus largas piernas embutidas en unos pantalones rojos diminutos,
bajé de la furgoneta y me dispuse a ayudarla a subir.
Sonreía
tímidamente cuando me reuní con ella al otro lado de la furgoneta. Sí, aún
había esperanza. Incluso después de la escena que había provocado la noche
anterior, mi presencia aún la alteraba. Sentí el peso de la culpa en el
estómago al ver sus ojos llenos de confianza.
—Hola. —Su
acento de Georgia no estaba nada mal. Nunca me había fijado en que Lali tenía
una voz demasiado sexy.
—Me alegro
de que me hayas perdonado y quieras venir conmigo.
—No hay
mucho que perdonar. Te comportaste como un imbécil, pero estabas borracho.
Tendría que haberme dado cuenta.
No pude
reprimir la risa. Mariana Espósito acababa de llamarme imbécil.
—Es muy
considerado por tu parte —respondí.
—Mmm...,
puede que sí. Abrí la puerta de la furgoneta y le di la mano para ayudarla a
subir. Los pantalones cortos se le subieron aún más, mi mirada apreciativa
detectó una peca increíblemente cerca de la curva de su trasero en forma
de corazón. Se me aceleró el pulso y tuve que obligarme a dejar de mirarle la retaguardia.
De camino al
embarcadero, miré a Lali por el rabillo del ojo.
—Todavía te
acuerdas de hacer esquí acuático, ¿no? – Había pasado horas enseñándole un
verano, de pequeños, mientras Nico y Euge le daban la
fastidiaban desde el bote.
—Sí,
supongo. ¿No es como montar en bici? ¿Ya sabes, que cuando aprendes ya
nunca lo olvidas?
Los chicos
iban a disfrutar demasiado con esto. Si no hubiese necesitado un observador y
un piloto de repuesto, lo hubiésemos hecho solos.
Pero el
esquí acuático con sólo dos personas no es seguro. Alguien tiene que vigilar
al esquiador así que, si yo quería esquiar (y quería, especialmente con Lali),
necesitaba a otro piloto.
—Mmm...,
puede que un poco. Pero seguramente necesitarás unos cuantos intentos, si estás
oxidada —respondí.
—Si
vamos a practicar esquí acuático, habrá más gente, ¿no?
Asentí, no
sin captar el tono de decepción en su voz. Me quería a solas. Eso me gustaba...
mucho.
—¿Estará
Gas?
Mi breve
instante de placer se evaporó.
—¿Gastón?
Eh, seguramente.
Mierda,
había olvidado su pequeño momento de conexión en Wings. Anoche, Gastón no
estaba en la fiesta, así que no había presenciado nuestra muestra pública de
afecto. No, espera, probablemente ya lo sabía. Era una noticia digna de
cotilleo.
—Ah, bien.
Al menos tendré a otro amigo allí.
Oh, no. Iba
a tener que hablar a solas con Gastón sin que ella se diese cuenta y asegurarme
de que comprendía que Lali era intocable. Volví a notar el peso de la culpa,
pero la dejé a un lado. Sí, tal vez Gastón era sincero en su interés por Lali, pero
ella sólo estaba aquí para pasar el verano. Después, todos nos iríamos a la universidad.
Si alguien iba a tener un rollo de verano con ella, iba a ser yo. Fin de la
historia. No tenía que sentirme culpable. Era un medio para obtener un fin.
Además, miré de reojo a Lali; tampoco es que no disfrutase de su compañía. Era
preciosa, lista y divertida. Y Eugenia se tiraría de los pelos, quizá
incluso volvería corriendo a mis brazos... Ahí estaba la puñetera culpa otra
vez. Necesitaba una cerveza.
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