Curando al corazón - cap. 29

Chiquis este capitulo os lo dejo porque os amodoro y ya no me hagais mas chantaje emocional ehh jajaj :* 

Peter parecía preocupado al cruzar la distancia que nos separaba. 

—Pensaba que estábamos bien. No has querido sentarte conmigo, pero creía que era porque te apetecía estar con Euge.

—No pasa nada. Sólo preguntaba. Si hace falta, puedo pedirme una habitación. – Peter alargó el brazo y me dio la mano. Dejé que entrelazase sus dedos con los míos. 

—Te quiero conmigo. – Asentí y me obligué a sonreír. Él se agachó y me dio un beso en la frente. —Voy a arreglar esto. Te lo prometo. Volverás a confiar en mí — susurró antes de enderezarse y guiarme hasta el ascensor. Conseguimos habitaciones en el mismo piso. Peter metió la llave en la cerradura de la habitación 314 y abrió la puerta. Con un gesto, me indicó que debía entrar la primera. La habitación era más grande que las de la mayoría de hoteles en los que había estado, pero Peter insistió en que nos quedásemos en el Marrito en lugar de elegir alguno de los moteles familiares que había al otro lado de la calle. Una cama doble ocupaba el centro de la habitación. 

—Una sola cama —dije, mirándolo de reojo. 

—No tenían ninguna habitación con camas separadas. ¿Te parece bien? 

—Sí —respondí y alargué la mano para coger mi mochila, que aún le colgaba del hombro—. ¿Puedo ducharme primero? – Dejó caer la mochila por el brazo y me la entregó. 

—Desde luego. Tómate tu tiempo. Pediré algo para cenar. 

—Bien, gracias. Me di la vuelta para entrar en el baño. 

—¿Lali? —su voz sonaba apenada. Detestaba entristecerlo, pero no tenía la energía necesaria para hacer algo al respecto. Estaba agotada. 

—¿Sí? —pregunté, girando la cabeza. Era igual que un niño perdido. Su perfecto rostro estaba afligido. 

—Lo siento. 

—¿Por qué? 

—Por ser un idiota —respondió. 

—Ya te he perdonado, Peter. – Parecía derrotado. 

—¿De verdad? 

—Que te haya perdonado no hace que duela menos. Mi corazón tardará un poco en sanar. – No esperé a su respuesta. Cerré la puerta detrás de mí y abrí el grifo. Me metí bajo el agua caliente, cerré los ojos e intenté dejar que el líquido arrastrase todo mi dolor consigo. Cuando era pequeña y oía discutir a mis padres, me gustaba fingir que el agua podía llevarse el miedo y el sufrimiento. Bloqueaba el sonido de sus palabras llenas de odio. Todavía seguía fingiéndolo. Cuando mi madre empezaba a despotricar sobre mi padre mientras hablaba por teléfono con alguna amiga, me tomaba una ducha. Era un ritual de purificación mental. 

Peter 

 Me senté en la cama, mirando la puerta cerrada del baño. Seguía estando dolida y, maldita sea, esto me estaba matando. No quería verle esa mirada de derrota en los ojos y desde luego no quería ser el responsable de que estuviese allí. Era un imbécil. Me hubiera venido bien que Nico me llevase fuera y me partiese la cara otra vez. Cualquier cosa para calmar el dolor que sentía en el corazón. Me metí la mano en el bolsillo, saqué el móvil y marqué el número de Nico. Necesitaba un consejo. 

—¿Qué? —fue su saludo. 

—Hola. Necesito ayuda para arreglar las cosas con Lali. Sigue estando triste. – Nico suspiró.

 —¿Por qué te importa, Peter? – ¿Que por qué me importaba?¡Porque sí! Por eso. Me gustaba. Me hacía sentir cosas que nadie más me había hecho sentir. Con ella, el vacío de mi interior desaparecía. El dolor por  perder a Euge se esfumaba por completo cuando tenía a Lali en mis brazos. 

—Porque me importa. —No iba a confesarle todo eso a él. A duras penas acababa de admitirlo ante mí mismo. 

—Cuando tengas una respuesta mejor que «porque me importa», quizá puedas arreglarlo. Buenas noches, Peter —respondió, y colgó el teléfono. Había sido de gran ayuda. Dejé el teléfono sobre la cama y decidí que al menos podía pedirle algo de comer a Lali. Quizá ser atento con ella me haría ganar algunos puntos. Haría cualquier cosa para conseguir que esos preciosos ojos se iluminaran. Entonces llamaron a la puerta. Cuando abrí, Eugenia estaba de pie al otro lado. No se me aceleró el pulso. No sentía ningún dolor en el pecho al verla. 

—Hola, ¿está Lali? —preguntó, echando un vistazo a la habitación. 

—Está en la ducha. – Se mordió el labio inferior y, por una vez, no estuve tentado de besarla. Se removió un poco, hundió las manos en los bolsillos y me fulminó con la mirada. 

—Bien. Porque tengo que decirte una cosa y no quiero que me oiga. – Perfecto. Eugenia estaba aquí para echarme la bronca. Me lo había ganado a pulso. 

—Lali se merece a alguien que la quiera por encima de todo. Que no la trate como un simple rollo de verano. Déjala tranquila, Peter. Los dos sabemos que Gas sería perfecto para ella. Veneraría el suelo por el que camina.La trataría como nunca la han tratado. Pero si tú estás en medio, es imposible. Le importas demasiado. – Dio un paso adelante. —Necesita que la dejes marchar. Su corazón no puede con esto. Haz lo correcto. Compórtate como el Peter que sigue ahí dentro, en alguna parte, losé.—Me clavó un dedo en el pecho, con fuerza. Después, se dio la vuelta de forma repentina y se fue. Tenía razón. Lali se merecía algo mejor. Pero que me parta un rayo si iba a dejar que se me escapara. La necesitaba demasiado. Me importaba de verdad. Podía hacerla tan feliz como Gastón. Iba a arreglar el desastre que había causado. Ya no tenía a Euge en la cabeza, confundiéndome. Lo de anoche había marcado el final. Ver a Lali acurrucada en una esquina, lo más lejos posible de mí, fue un toque de atención. Quería tenerla en mis brazos. Quería curar su dolor. Ella me había salvado. Había llegado el momento de que yo la salvase a ella.