Lali
—Si tú
duermes con Nico, ¿quién dormirá conmigo? —pregunté —. No quiero dormir sola en
la tienda. En las Montañas Cheaha hay osos. Lo sé con seguridad porque lo
busqué en Internet. Euge me devolvió una sonrisa traviesa por encima del hombro.
—Bueno,
estoy segura de que podrías compartir tienda con Peter. No dudo que
preferirá estar contigo antes que con Agus. Me dejé caer en la cama y solté un gruñido
de frustración. Compartir tienda con Peter iba a ser complicado. Habíamos
tenido dos citas desde la fiesta y no habíamos hecho más que besarnos.
Después de que le parara los pies cuando empezó a tocarme el muslo, había
mantenido las manos apartadas de mi cuerpo.
—No se ha
ofrecido y no se lo voy a pedir. ¿Puedo poner un candado en la tienda de
campaña? Euge rió y arrojó otro par de pantalones cortos sobre la cama
para meterlos en la mochila.
—Los osos no
saben bajar la cremallera de las tiendas, Lali.
—Bueno, pero
los psicópatas con sierras mecánicas que merodean por el bosque en busca de
chicas jóvenes sí que saben —respondí.
—¡No hay
psicópatas con sierras mecánicas! No puedo creer que nunca hayas ido de
acampada. Es seguro, Lali. Te lo prometo.
—Tú estarás
acurrucada en brazos de Nico Lanzani. Así cualquiera. Estoy convencida de que podría
hasta con un oso —musité. Euge sacó una gran mochila roja del armario, bastante
parecida a la azul que Peter me había ayudado a escoger. Su entusiasmo por la
acampada hacía que desease compartir su alegría. Pero cada vez que pensaba en
el tema, imágenes de osos, serpientes y sierras mecánicas invadían mis
pensamientos.
—No pongas
esa cara. Todo irá bien. Alguien compartirá la tienda contigo. No estarás
sola.
Mi móvil me
alertó de que tenía un nuevo mensaje de texto.
Peter: ¿Qué
haces hermosa?
Yo: Miro
a Euge mientras prepara su bolsa.
Peter:¿Por
qué no estás preparando la tuya?
Yo: Pq
estoy estresada por los osos que me van a comer mientras duermo.
Peter: ¡Ja!
No te comerá ningún oso. No les gustan las castañas. Estás a salvo.
Yo: Muy
gracioso. Sé a ciencia cierta que no son maniáticos y que hay de sobras en
Cheaha.
Peter: No,
nunca he visto ninguno allí.
Yo: Bueno,
pues hay. Búscalo en Internet.
Peter: Yo te
protegeré.
Yo: Puede
que de día, pero de noche, cuando esté sola en mi tienda, vendrán a por mí.
Peter: ¿Sola
en tu tienda? No. Estás en mi tienda.
Levanté la
vista y me encontré con Euge observándome mientras intercambiaba mensajes con Peter.
Estaba de lo más entretenida.
—Bueno, ¿y
qué dice?
—Que
compartiremos tienda. – Arqueó las cejas.
—Te lo dije.
Yo: ¿Estás
seguro?
Peter: Claro
que sí. ¿Por qué crees que voy de acampada?
Yo: Mmm...,
porque te gusta dormir en el suelo y que te persigan los osos?
Peter: Qué
graciosa. Lleva tu hermoso culito hasta tu habitación y ponte a preparar la bolsa.
Yo: Sí,
señor.
—Mujer
de poca fe —canturreó Euge al ponerme de pie y guardarme el móvil en el
bolsillo.
—Sí, sí, lo
sabes todo.
—¿Vas a
preparar la mochila?
—Sí, supongo
que tendré que empezar. ¿De verdad hay que salir tan temprano?
—Me temo que
sí. Es un viaje de cinco horas y tendremos que caminar para llegar
al lugar de la acampada y montar las tiendas antes de que anochezca.
Al día
siguiente aún estaba oscuro cuando llegó Peter en el Suburban de su padre. Tenía
capacidad para ocho personas. Así podíamos viajar todos juntos. Había guardado
toda la ropa que pude en la mochila. Euge me aseguró que habría duchas
cerca del campamento que podríamos usarlas sin problema. No pensaba
lavarme en el río, que estaría infestado de serpientes.
—Buenos días,
preciosa —dijo Peter cuando salí trastabillando por la puerta. Nos
habíamos quedado dormidas no tuvimos tiempo de preparar café. Mis ojos se
fijaron en el vaso de plástico que Peter me ofrecía. — ¿Lo tomas
solo, no?
—Ven aquí
—dije, agarrándole de la camiseta negra para besarle. Antes de abalanzarme
sobre el café, le planté un sonoro beso en la boca. —Eres mi héroe.
—Si vas a
recibirme así, creo que apareceré por aquí cada mañana con una cafetera—dijo
Peter arrastrando las palabras en tono sexy mientras me pasaba
la mano por la cintura.
—Tenemos que
cargar el coche. Apártate de la chica, cupido, y ayuda u poco —gruñó Agus
agarrando mi mochila y mi saco de dormir. Peter rió entre dientes y levantó
la bolsa de deporte en la que Euge y yo habíamos guardado las cosas que no
habían cabido en las mochilas. Me miró arqueando una ceja.
—Es que no
cabía... Además, no es todo mío. Euge y yo necesitábamos algunas cosas más
—expliqué.
—Estás
rompiendo una de las reglas de las acampadas, pero como estás tan guapa, lo
dejaré pasar. – Me puse el café en los labios para esconder la sonrisa boba que
tenía en la cara. ¿Quién hubiese pensado que al bueno de los Lanzani se le
daba tan bien coquetear?
—¿Y esa
bolsa? —inquirió Pablo cuando Peter se la arrojó para que la atase encima del
vehículo.
—A las
chicas no les cabían todas las cosas en las mochilas. Cállate y
átala —respondió Peter y se dio la vuelta para mirarme con expresión
arrogante.
—Mery
también tenía una bolsa extra y la obligué a dejarla en casa —se quejó Pablo.
—No es culpa
nuestra que seas un novio de pena, chaval. Ahora, átala ya —dijo Peter en
tono irritado.
Me dispuse a
subir, pero me detuve porque no sabía si iba viajar delante, junto a Peter.
Examiné el jardín en busca de Euge, pero todavía estaba oscuro y la luz
del porche sólo iluminaba parte del patio.
—¿Así que tú
eres la nueva chica de Peter? —preguntó una voz desconocida a mi espalda. Me di
la vuelta y encontré a una rubia menuda, con unos rizos desordenados que le salían
disparados en todas direcciones. Tenía los ojos de un azul radiante, tan deslumbrante
que sólo podía deberse a un par lentes de contacto. Su bronceado no encajaba
con el color pálido de su pelo. Pero era muy guapa.
Q recuerdos de nuestros #casiangelitos y peter super majo <3 ya se acaba el maraton no! :( muero ya mismo
ResponderEliminarlloro me voy a ver a los #casiangelitos en youtube jijij vos ya sabés¡
ResponderEliminarsoy carla
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