Hola chiquillas mías, os aviso que no subiré novela durante un tiempo, tranquilas que es temporal. Esque tengo 2recuperaciones el 1 de septiembre y quiero aprobarlas porque no quiero ir con ninguna materia suspendida a 2° de bachiller. Estoy estudiando día y noche y no me da tiempo para la nove, pero os prometo que en cuanto llegue a casa ese día de la recu me pondré con la nove y os subiré una Súper Maratón ;) gracias por entenderme.
PD: recordar que os Amodoro guapuras mías y gracias por leer siempre y también por comentar, sois geniales <3 <3 <3 "me puse sentimental lo sé, pero entenderme estoy con la dama de rojo ;'( "
martes, 26 de agosto de 2014
sábado, 23 de agosto de 2014
Curando al corazón - cap. 34
Amores míos aquí os dejo otro capitulón que a mí me encanta ;) espero que a vosotras también. Comentar, Y ahora a leer!!
En cuanto
Euge aparcó su Jetta en el claro junto al lago de los Lanzani, Peter vino
corriendo hacia nosotras. Tenía el cabello húmedo y echado atrás, le
goteaba agua del cabello. El bañador azul marino que llevaba le
caía por la cintura y dejaba a la vista sus deliciosos abdominales y sus
caderas.
—Estoy
bastante segura de que no viene corriendo a verme a mí—bromeó euge, mientras yo
permanecía sentada observándolo admirada. Reponiéndome de aquella hermosa visión,
abrí la puerta del coche y salí. Al instante, Peter estaba a mi lado.
—Pensaba que
no ibas a llegar — dijo, satisfecho, mientras su mano fría y húmeda
agarraba la mía y me envolvía en un abrazo. Me estaba mojando la ropa, pero no
iba a quejarme.
—Lo siento,
me he quedado dormida —expliqué.
—No te
disculpes. Fue él quien te mantuvo despierta hasta tarde—dijo Euge en tono
burlón mientras se dirigía hacia Nico, que ya venía de camino.
—Lo pasé
bien anoche —informó Peter con voz ronca.
Habíamos ido
a comer algo a Hank’s y después al prado. Anoche no hubo fiesta. Peter se
aprovechó de la ubicación y trajo una manta para los dos, y nos tumbamos a
mirar las estrellas. Le señalé las distintas constelaciones y él intentó meter
las manos bajo distintas piezas de mi ropa mientras fingía escucharme.
Había sido perfecto.
—Yo también
—respondí con una sonrisa. Bajó la cabeza para besarme con delicadeza y
susurró:
—Vamos a ver
si puedo enseñarte a hacer una voltereta en la cuerda. – Negué con la cabeza y
reprimí una carcajada.
—Ni en
broma. Ya lo intentaste una vez y acabé con diez puntos en la cabeza. – Peter
me acarició la nuca con las manos. Tenía una cicatriz de cuando caí sobre una
roca. Tenía diez años y me invadió el pánico. Cuando Peter dijo:«Suelta la
cuerda... ¡ahora!». tardé unos segundos en obedecer. Esos pocos segundos
marcaron la diferencia entre aterrizar en el agua profunda o aterrizar en
la orilla. Nunca volví a probar el columpio.
—Te prometo
que esta vez no dejaré que te hagas daño. Además, tenía diez años, no sabía
enseñar. Ahora he mejorado mucho —me apretó la mano y se la llevó a los labios
antes de guiarme hasta el lago. Las risas y los gritos sonaban altos y claros a
través del agua. Ya había al menos veinte personas. Iba a ser la última fiesta
en el lago antes de que todos fueran a la universidad. Nunca había estado aquí
con más gente que no fueran Peter, Euge y Nico. Las chicas estaban tumbadas en
el embarcadero, los chicos trepaban al árbol para hacer piruetas
peligrosas con la cuerda y ni una sola persona tenía cerveza en las manos. Era
un milagro.
—¿De verdad
no quieres subir a la cuerda conmigo? —preguntó Peter—Yo me sujeto a la cuerda;
tú te sujetas a mí. Sin volteretas.
—¿Me
prometas que no habrá volteretas? —pregunté, estudiándole la cara en busca de
alguna señal de que estuviera mintiendo.
—Prometido
—me aseguró, tirando del dobladillo de mi camiseta para quitármela. Se detuvo y
se la quedó en la mano, mirando fijamente el biquini que me había puesto. Lo
había comprado solamente porque Cande me lo suplicó. No era del estilo que
solía llevar, pero decidí que si iba a acompañar a Peter Lanzani a la fiesta
del lago como su pareja, necesitaría distraerle de las otras chicas en
biquini. Especialmente, de Euge. Cuando vi el biquini rojo que iba a ponerse,
comprendí que tenía que estar a su nivel.
—Mmm,
¿considerarías la posibilidad de volver a ponerte la camiseta? —preguntó y
empezó a ponérmela. Le aparté la mano para que se detuviese.
—No, Pitt,
para.
Dio un paso
adelante y frunció el ceño.
—Este
bañador no tiene mucha tela, Lali. – Eché un vistazo alrededor y me fijé en los
bañadores que llevaban las otras chicas. El mío ni siquiera era el más revelador.
Devolví mi atención a Peter y le quité la camiseta de las manos.
—Se llama
biquini, Peter. Si te fijas un poco, verás que hay muchos. Las chicas
acostumbramos a llevarlos para nadar —mi voz rezumaba sarcasmo.
—Soy
consciente de ello, La, pero no me gusta la idea de que los demás puedan ver
tanto de ti. Esto casi no te tapa nada. Me asusta pensar todo lo que debe de
verse de tu culito sexy.
Ah. Así que
estaba celoso.
—Tengo el
trasero tapado —me di la vuelta y me bajé los pantalones cortos vaqueros.
—Oh, mierda
—gruñó, después alargó la mano y tiró de mí—. Al menos no contonees el trasero
con sólo esos pedacitos de tela tapándote.
No pude
evitarlo. Se me escapó la risa.
—¿Te parece
gracioso? —susurró, poniendo las manos en mi cintura.
—Me parece
divertidísimo —respondí, dándome la vuelta para darle un beso en los labios
fruncidos. Este biquini le tenía muy descontento.
—Venga.
Pensaba que íbamos asaltar de la cuerda. – Su mueca empeoró.
—No sé si es
buena idea. Una de estas tiras diminutas de tela podría caerse al impactar
contra el agua.
Puse los
ojos en blanco, le di la mano y lo llevé hasta el árbol.
—No seas
ridículo, Peter. Vamos.
Mascullando
entre dientes, me siguió. Empezó a trepar detrás de mí. No estaba segura de si
me estaba ayudando o si intentaba que los demás no me vieran. En cualquier
caso, era adorable. Cuando llegamos a la rama, un chico al que no conocía le
tiró la cuerda a Peter, y entonces me di cuenta de que había hablado demasiado
pronto. Estar ahí arriba era terrorífico.
—No mires
abajo —me indicó Peter mientras me sujetaba por la cintura y se colocaba
delante para agarrar la cuerda. Después se puso en cuclillas. —Mantén el
equilibrio agarrándote a mis hombros. Después envuélveme la cintura con las
piernas.
Estudié su
espalda y me pregunté si importaría mucho que bajase del árbol por el camino
seco. Peter se giró para mirarme.
—Vamos, La. Lo
tengo controlado. Todo irá bien.
No estaba
tan segura como él, pero al final me rendí y seguí sus instrucciones.
—Pon unos de
tus brazos debajo del mío. Si te pones así, me vas a
asfixiar —explicó en tono divertido. Eso no se me había ocurrido.
Supuse que era mala idea. La agarré el hombro con una mano y deslicé la otra
bajo su brazo. Estiré ambos hasta que pude cogerme de las manos y asegurar
que estaba bien sujeta.
—Perfecto.
Agárrate fuerte, nena, allá vamos —cuando pronunció la última palabra
ya estábamos volando.
viernes, 22 de agosto de 2014
Curando al corazón - cap. 33
Bueno chuiquillas mías aquí os dejo otro capítulo, disfrutarlo y comentar :* os Amodorooo!!! <3
Peter
se quedó inmóvil bajo mis caricias. Sonriendo contra su mandíbula, me trasladé
a su cuello, después a sus hombros, mientras le besaba en distintos lugares.
—¿Ah,
no? —preguntó en voz baja. No respondí. Solamente sacudí la cabeza, moví la
mano hasta llegar a la cintura de sus pantalones cortos y deslicé un dedo
dentro. Le di un mordisquito en el cuello y alcé un poco la cabeza para poder
mirarle. Me observaba con los ojos entornados. Saqué la otra mano de debajo de
su camiseta, la bajé hasta el estómago y empecé a desabrochar sus
botones.
—¿Estás
segura? —preguntó.
—Totalmente
—respondí, y metí la mano.
—Ah,
joder, La —gimió, moviendo las caderas para estar más a mi alcance. Eso hizo
que el cosquilleo entre mis piernas reapareciese. Sentirle tan vulnerable
en mis manos me tenía jadeando igual que él. Hizo que me sintiera necesitada.
Así era como tenía que ser. Tocar a alguien de forma tan íntima provocaba que
el deseo fuese compartido.
—¿Te
gusta? —pregunté, observándole la cara con fascinación. Tenía la cabeza echada
hacia atrás y los ojos cerrados.
—Sí
—respondió con un temblor en la voz.
—¿Quieres...
más? —pregunté. No estaba segura de querer hacer más. ¿Podía hacer más? ¿Estaba
preparada? Peter abrió los ojos de golpe y su mirada abrasadora se encontró con
la mía. Quería que dijese que sí, pero no estaba segura de que fuera el
momento. ¿Podía echarme atrás?
—¿A
qué te refieres con más? —me preguntó, examinando mi expresión, aunque su
respiración seguía siendo acelerada. No aparté las manos de él.
—No
estoy segura de qué es más...no sé si deberíamos, si estamos
listos para... el sexo. Pero quiero más. – Peter asintió y su mano cubrió
lamía.
—Podemos
hacer más sin practicar el sexo —dijo en un susurro—. Pero te quiero
desnuda.
Al
oír sus palabras, el corazón medio un vuelco en el pecho.
¿Estaba preparada para desnudarme completamente sin la seguridad que
me proporcionaba la oscuridad de la tienda de campaña?
—Por
favor, Lali.
Temblando
de nervios, asentí. Dejé caer mi falda y tiré de mi camiseta para quitármela
por la cabeza. Su mirada estaba clavada en mi pecho desnudo.
—Quítatelo
todo, La.
Me
puse de pie tragando saliva y deslicé los dedos por los lados de
mis braguitas rosas de satén y las dejé caer.
—Uau
—dijo Peter.
No
me atrevía a mirarle. Nunca había estado completamente desnuda delante de
nadie. No a plena luz, donde pudiesen verme. Del todo. Peter se movió y su
camiseta cayó a mis pies. Me obligué a levantar la vista cuando sus pantalones
cortos y sus calzoncillos cayeron después.
—Ven
aquí —dijo, ofreciéndome la mano. Parecía que al final íbamos a hacerlo. Su
cuerpo musculoso y bronceado era una belleza. Él era hermoso. Pero aún no
estaba lista para eso. ¿O sí?
—No
nos vamos a acostar, princesa. Llegaremos lo más cerca posible sin hacerlo. Te
lo prometo.
Asentí,
le di la mano y tiró de mí lo suficiente para cogerme de la cintura y colocarme
a horcajadas encima de él.
—Baja
un poco —dijo, y me guió mientras evitaba que su miembro entrase ahí donde
ambos sabíamos que aún no podía pasar. Cuando entramos en contacto, solté un
grito provocado por la intensidad de aquella sensación. Las manos de Peter se
asieron con más fuerza a mi cintura y echó la cabeza atrás con un rugido.
—Joder.
Esto es increíble.
Tuve
que mostrarme de acuerdo. Esto era mucho mejor que sólo tocarme.
Sentir
su firmeza apretada contra mí me dejaba sin aliento. Sus manos abandonaron mi
cintura y me ciñó el rostro guiando mi boca hasta la suya. Su lengua se
introdujo en mi boca con un grito hambriento y empezó a besarme con una
urgencia desesperada que me hizo anhelar más. Mecí las caderas, necesitaba la
fricción. Mi cuerpo iba por su cuenta. Era incapaz de pensar. Rompí el
beso y solté un grito cuando alzó las caderas y apretó algo, provocando en
mi interior una oleada de estremecimientos.
—Eres
fantástica —murmuró mientras me besaba— La, te deseo tanto. Deseo tanto estar
dentro de ti.
—¡Pitt!
—supliqué, mientras movía las caderas más rápido.
—Mía
—dijo él en un tono feroz, antes de aferrar mis caderas y empezar a controlar
mis movimientos— Eres mía. Sólo mía. Toda mía, cariño.
Entre
el contacto de nuestras pieles y sus palabras, perdí la cabeza. El éxtasis que
mi cuerpo buscaba se desató, y temblé de forma incontrolada mientras me
abrazaba a su pecho. El largo rugido de placer que soltó Peter intensificó aún
más aquella sensación. Sus brazos me envolvían con firmeza. Ambos respirábamos entrecortadamente,
temblando en brazos del otro.
jueves, 21 de agosto de 2014
Curando al corazón - cap. 32
Chiquillas mias! os dejo otro capítulo a insistencia de mis adoradas Cori y Jenu Jaja gracias a todas las que comentais os Amodoro Guapuras!
Era enorme.
En medio de la estancia había dos grandes sofás de cuero negro, justo delante
de una gigantesca pantalla plana que colgaba de la pared. Una nevera
carmesí con una pegatina de la Universidad de Alabama descansaba en el ángulo izquierdo
de la habitación, y a su lado había una encimera negra completa, con fregadero
y todo. La otra pared, del suelo al techo, estaba ocupada por estanterías
y más estanterías llenas de trofeos. Junto a las copas y las medallas también
había camisetas de fútbol enmarcadas. Debajo del televisor, una mesa negra y
estrecha con una Xbox y una Wii. Junto a las consolas había un montón de fotos,
todas con sus respectivos marcos. Tenía que haberlas puesto ahí la madre de Peter, porque
no me lo imaginaba a él colocándolas ahí para decorar la mesa.
—¿Tienes
sed? —preguntó, abriendo la nevera— Parece que Loretta ha venido esta semana.
La nevera está a tope. ¿Cola, limonada, bebida energética o una botella de
agua?
—¿Loretta?
—repetí, confundida.
—La señora
de la limpieza. También hace la compra.
—Ah. —Vaya,
¿así que había gente que tenía señoras de la limpieza que también les hacían la
compra? Qué suerte— Mmm, un poco de agua —dije.
Me dirigí a
las estanterías y empecé a leer las placas de los trofeos. Ahí estaba el premio
al mejor jugador del equipo, que debía de ser el más popular de todos los
que había conseguido.
—Aquí tienes
—me pasó el agua y observó las estanterías. —Lo decoró mi madre. Quería
tener un lugar donde exponerlo. Intentó convertir una de las habitaciones
de invitados en una especie de «Santuario de Peter», pero mi padre no estuvo de
acuerdo. Le sugirió que lo metiese todo aquí abajo y a mí me pareció
bien, porque al menos estaría un poco escondido.
—Hay un
montón —respondí, tomando un sorbo de agua.
—Sí —repuso,
y señaló el sofá con la cabeza —Ven a sentarte conmigo. Podemos alquilar una
peli en Internet.
Le seguí
hasta uno de los sofás de cuero. Dejó su bebida energética en la mesa, cogió mi
agua y la colocó a su lado.
—Ven aquí.
—Su voz se había convertido en un susurro ronco que me aceleró el pulso. Dejé
que me sentara en su regazo. —mmm, he estado pensando en esta boca todo el
día —me dijo antes de poner sus labios sobre los míos. Le lamí el labio
inferior y lo abrió para mí, dejando que lo saborease sin prisa. La delicada
presión de su boca era perfecta y me hizo sentir un poco eufórica.
Sus dedos
recorrieron mis muslos hasta que sus manos llegaron a mi trasero. Uno de sus
dedos resiguió la tira de mis braguitas.
—Me gusta
mucho esta falda — murmuró contra mis labios. – Ahora mismo, a mí también
me gustaba. Mi respiración se volvió entre cortada cuando deslizó una mano por
debajo de ella. Me acarició con una mano, mientras la otra seguía por mi pierna
hacia la cara interna de mi muslo. Sabía cuál iba a ser su siguiente paso. Lo
que no sabía era si iba a dejar que llegase tan lejos.
Entonces
jadeó contra mis labios mientras sus dedos tocaban el interior de mi muslo y
mis piernas se separaron por su cuenta. El beso lento y lánguido se convirtió
en algo frenético mientras los dos nos esforzábamos por calmar nuestra
respiración. Su mano subió más y más por mi muslo. Algo muy parecido a un
ruego escapó de mi garganta. Peter se apartó un poco y su respiración acelerada
me arrancó un hormigueo de placer. Me encantaba saber que le provocaba esta
reacción. Me besó el cuello hasta llegar a la curva del hombro. Y se quedó muy
quieto.
Su aliento
ardiente caía sobre mi escote, en mi pecho. Su mano volvió a moverse con
lentitud. Me acarició y murmuró algo en mi cuello, pero no pude concentrarme lo
suficiente para entenderlo. Mi cerebro estaba sumido en una neblina y el
corazón me golpeaba contra el pecho. El impulso de moverme era muy
poderoso.
—Uf —resoplé
casi sin aliento.
—Eres tan
suave —susurró con voz tensa mientras me besaba en el cuello, donde había
enterrado la cabeza.
Deslizó la
otra mano por mi pierna y la separó un poco más. Me acarició con delicadeza y
empecé a derretirme en sus brazos.
—Así, así
—me animó mientras me aferraba a él, gritando su nombre y deseando que no
acabase nunca. Cuando recuperé por fin el aliento, sus dedos me abandonaron y
me puso bien la falda. Después me meció en sus brazos, susurrándome
cosas al cuello entre besos y mordisquitos. Al final, Peter levantó la cabeza de
la delicada piel de mi cuello, que había amado tan minuciosamente.
—Eso ha
sido... Eso ha sido... Vaya —susurró antes de apoderarse otra vez de mi
boca. Después de un beso largo y sin prisas, Peter me tumbó en el sofá y se
echó a mi lado. —Vamos a ver la peli —dijo entono provocador.
Le pasé una
mano por debajo de la camiseta y le besé la mandíbula.
—Creo que
aún no hemos acabado.
Curando al corazón - cap. 31
Bueno amores os dejo otro capítulo, gracias por comentar, Cori no soy buena muahah ;) y ya se vera... ten paciencia :*
Espero que comenteis. Os Amodoro hermosas!!! <3 <3 <3
Se abrió la
puerta y Lali salió del baño. Sus labios dibujaron una sonrisa forzada
cuando nuestras miradas se cruzaron.
—¿Todo bien?
—pregunté, rezando para que me contase qué le ocurría. Pero sólo se
encogió de hombros. Mierda. —La, escucha, tenemos que hablar... —empecé,
cruzando la habitación por si tenía que suplicar. Sacudió la cabeza.
—Si son
malas noticias, no creo que pueda soportarlo. Dame unas cuantas horas, por
favor. – Vaya, que me parta un rayo si el dolor en su voz no me partió en dos.
La sujeté contra mi pecho y la mantuve allí. Al principio, estaba rígida como
una tabla, pero seguí frotándole la espalda y besándole la cabeza hasta
que se relajó me envolvió la cintura con los brazos.
—No es tan
terrible. Pero es urgente —expliqué.
Ladeó la
cabeza para mirarme.
—¿Urgente?
—Mucho.
Alguien podría perder un miembro si se
pasa de la raya. – Lali se apartó, su ceño fruncido era adorable.
—¿De qué
narices estás hablando, Pitt?
—De que
quiero, no, necesito que seamos exclusivos hasta que nos separemos para ir a la
universidad. – Lali se quedó boquiabierta y asintió con lentitud.
—Vale. Me
parece bien. ¿Pero por qué iba a alguien a perder un miembro? – Reseguí
con el dedo su labio inferior.
—Porque si
alguien te tocase, tendría que arrancarle el miembro culpable. – Se le escapó
una risita y me mordió el dedo. Sus ojos me sonrieron como los de una gatita
juguetona.
—¿Así que
quieres jugar duro, eh? —la cogí en brazos y la lancé sobre la cama antes
de tumbarme encima de ella. Lali separó las piernas, dejando que mis caderas se
acomodaran entre ellas. Dios mío, sí, aquí era donde quería estar. Cuando la
tenía tan cerca no me importaba nada más. Apoyé una mano a cada lado de su
cabeza y la observé fijamente. Sus largas pestañas no llevaban rímel y eran
fascinantes.
—Cierra los
ojos —susurré. Lo hizo sin dudar, y yo bajé la cabeza y deposité un beso en
cada párpado. Me entretuve en sus pestañas, que se agitaron a causa del
contacto.
—Eres
preciosa —dije después devolver a besar sus ojos cerrados y descender para
darle un beso en la punta de la nariz y dos más en las comisuras de los labios.
Lali alzó las caderas, presionándome, y soltó un gemido adorable. —¿Eso
te gusta? —pregunté apretando con más fuerza.
—Mmm
—respondió, asintiendo mientras pestañeaba y echaba la cabeza atrás. La delgada
tela de sus pantalones cortos y los míos no proporcionaban una gran barrera
entre ambos; sentía perfectamente su excitación.
—No podemos
seguir así —la tensión de mi voz la paralizó. No quería sonar tan severo.
Extendí el brazo y le aparté el pelo de la frente. —Estamos en una
habitación de hotel, en una cama, solos y casi sin ropa. Te quiero desnuda.
Quiero enterrarme en ti.—Con sólo decirlo se me cortaba la respiración. Joder,
realmente lo quería. Lo deseaba tanto— A menos que estés dispuesta a que pase,
tenemos que frenar un poco.
Lali me miró
a través de sus pestañas. Podía leer en sus ojos lo que estaba pensando.
Ella también lo deseaba. Lo notaba. Pero después de este fin de semana, yo no merecía
que ocurriese. Y Lali también lo sabía.
—Quizá no
estemos listos todavía —respondió al fin. Me aparté a un lado, me tumbé
junto a ella y la apreté contra mi pecho.
—Bien. Podré
aguantarlo. – Ella rió y me acarició los labios.
—Pero
¿podemos besarnos? — preguntó. Incliné la cabeza hasta que mi boca estuvo
sobre la suya.
—Sí, por
favor —respondí.
Lali
El
trayecto de vuelta a Grove pasó rápido, aunque yo dormí la mayor parte. A Agus
no le hizo ninguna gracia que yo me sentara delante. Me sentí un poco mal, pero
me gustaba saber que Peter me quería cerca. Todos cargaron las cosas en
sus coches y se marcharon. Al llegar, Euge se fue directa a la cama, porque
seguía bastante débil. Peter cogió mis bolsas, las metió en la casa y se
volvió para mirarme.
—Ven un rato
conmigo —dijo, guiándome hasta el porche y cerrando la puerta detrás de
mí.
—¿No estás
cansado de conducir? – Negó con la cabeza y me abrazó. Aunque mis tíos no
estaban, podían aparecer en cualquier momento. Y no tenía muy claro qué iban a
pensar si nos encontraran juntos.
—Vale. Deja
que suba a ver cómo está Euge y bajo en seguida.
—Te espero
aquí —dijo, soltándome la mano. Llamé a la puerta de la habitación de mi prima
y asomé la cabeza dentro. Estaba acurrucada bajo las sábanas. Cerré la puerta
con cuidado y volví a bajar.
—¿Está bien?
—me preguntó cuando salí.
—Sí.
—Pues vamos.
– Apoyó la mano en mi cintura y me llevó hasta el Suburban.
—Lo primero
es lo primero, tengo que ir a casa a por mi furgoneta. Quiero que te sientes
cerca para poder tocarte.
Sonriendo
para mis adentros, entré en el coche. Ya había estado antes en casa de
Peter, con Eugenia. Éramos pequeñas y nunca llegué a entrar. Lo que solíamos hacer
era nadar en el lago que había detrás de su propiedad. Cruzar el jardín dándonos
la mano fue un poco angustioso. Sus padres no estaban en casa y me había
convencido de que podía entrar.
—Por aquí
—dijo, y con un gesto me indicó que pasara delante y bajara por unas
escaleras, que conducían a lo que parecía ser un sótano.
—¿Por qué
quieres bajar ahí? — pregunté, mirándole por encima del hombro.
—Ésta es mi
cueva. Pasa. – Su cueva..., mmm. Seguí descendiendo y me detuve al final de las
escaleras, sin estar segura de qué puerta abrir. Había dos: una a la derecha y
otra a la izquierda. Peter alargó el brazo, giró el pomo de la puerta de la
derecha y activó un interruptor. Las luces se encendieron y me quedé
inmóvil, maravillada, mientras contemplaba la habitación.
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