Pequeñuelas ;) cómo he estado tanto tiempo sin subir os dejo otro capitulito :D os #Amodoro
Él
sonrió abiertamente y se levantó y se acercó a mí. Puso sus manos alrededor de
mi cintura y me tiró contra él e inclinó la cabeza para susurrarme al oído:
—¿De
verdad crees que estaría tan entusiasmado con la universidad si pensara que no estarías
allí?
—Lo
sabías. —Solté un suspiro de alivio.
—Sí,
lo sabía. Y si por un segundo intentas echarte atrás de seguirme a Florida, yo
personalmente te secuestraré y te llevaré allí conmigo —bromeó, y luego dejó un
rastro de besos por mi cara hasta que su boca se cernió sobre la mía—. No te
perderé de nuevo. Estás conmigo. Te quiero a mi lado. Siempre.
Nico
Ayudé
a Peter a escaparse de práctica esta mañana, por una chica. No podía dejar de
sonreír. Yo era el que normalmente se escapaba de los entrenamientos. Fue un
buen cambio que él no asistiera. No podía imaginar por qué querría ir de
compras con Lali y su mamá. Aquella mujer estaba loca. Por no mencionar que
hablábamos de compras. ¿Quién va de compras con su hija? Por otra parte, Euge nunca
me pidió que fuera de compras con ella. Si me lo pidiera, iría.
Corriendo
por las gradas, desaceleré el ritmo. Este había sido mi recorrido número cien
de arriba a abajo. Ya era hora de pesas. Cuando llegué a la parte baja, me sequé
la frente con la toalla y tomé un largo trago de la botella de agua que en la
parte baja de las gradas.
—Hola,
Nico. —dijo una profunda voz familiar detrás de mí, no era una que me
importaba. Dejando el agua, me colgué la toalla sobre el hombro y me di vuelta
para enfrentar a Harris Lanzani, mi tío/padre biológico.
—Peter
no está aquí —contesté y me dirigí hacia el campo.
—No
vine para ver a Peter. He venido a verte —dijo Harris y me detuve.
¿Yo? ¿Quería
hablar conmigo? ¿Su pequeño secreto? Me giré.
—¿Qué?
—Fue la única respuesta que salió de mí. Me quedaría aquí a escuchar lo que
tenía que decir, sólo por una única razón... Peter.
—Yo,
eh, vi tu práctica la semana pasada. Te veías bien allá afuera.
¿Mi
práctica? ¿De qué diablos hablaba? Tuve prácticas en Tuscaloosa. Seguramente,
él no quiso decir eso.
—He
venido a verte. Vas muy bien.
Dando
un paso hacia él para que pudiera oírme gritarle, pregunté:
—¿Fuiste
a mi practica en Bryant-Denny? ¿Por qué hiciste eso?
El
hombre ni siquiera fue al hospital cuando me rompí la clavícula en la liga de
béisbol. No era exactamente activo en mi vida.
—Fui
a ver a mis dos hijos en sus prácticas de la semana pasada.
Me
quedé helado. Él me llamó su hijo. Comencé a sacudir la cabeza.
—No,
no, no vuelvas a decir eso. Yo. No. Soy. Tú. Hijo.
Tenía
que alejarme de este hombre. Él era el padre de Peter, no quería hacerle daño.
Pero, maldita sea, si volvía a llamarme hijo.
—Eres
mi hijo. No te merezco, pero eres mío. Me puedes negar. Puedes odiarme y tienes
todo el derecho.
—Maldita
sea, claro que lo hago —grité.
—Eso
no cambia el hecho, estoy orgulloso del hombre en que te has convertido. El
hombre en que te has convertido, sin ninguna ayuda de mi parte.
Estaba
tomando fuertes jadeos de aire. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por
qué
me hacía esto?
—¿Orgulloso
de mi? ¿Por qué? ¿Porque puedo jugar al fútbol? ¿Porque estoy jugando en tu
alma mater? Porque eso es sólo una mierda.
Harris
negó con la cabeza.
—No,
no lo estoy porque juegues en el mismo campo de fútbol que yo jugué alguna vez.
Aunque, eso me hace sentir un poco orgulloso no lo puedo evitar. Pero este es
sólo un breve momento en tu vida. El hombre que resultas ser es lo que me hace
sentir orgulloso. Has hecho malas elecciones y tomaste el camino equivocado, pero
también fuiste lo suficientemente fuerte como para salir de ese camino y
encontrar uno que te lleve a alguna parte en la vida. El mundo quería llamarte
un perdedor, pero eras mucho más fuerte de lo que ellos pensaban. Te has
defendido. Elegiste la vida que querías y luchaste por ella. Incluso cuando el
resto del mundo no pensaba que harías algo de provecho. Demostraste que se
equivocaban. Eso, hijo, es de lo que estoy orgulloso de ti.
Quería
gritar con todos mis pulmones lo injusto que era el momento.
Necesité
a este hombre cuando era pequeño y me encontraba asustado. ¿Pero ahora? No lo
necesito ahora.
—Un
hombre sabio me dijo una vez que no hace falta que me perdones. No hace falta
que te guste. Pero necesitas saber que te quiero. Que estoy orgulloso de ti. Es
todo lo que necesito decirte. Como lo manejes o lo tomes no es lo importante.
Lo importante es que lo sepas. —Me hizo un gesto breve y las líneas de
preocupación y expresión de derrota cuando se dio la vuelta para irse hizo que
algo dentro de mi pecho se quemara.
No
lo entendía, no tenía por qué sentirlo. No ahora mismo.
—Harris
—le grité a su forma en retirada. Se detuvo y se volvió para mirarme.
—¿Sí,
Nico?
Tragué
nerviosamente, inseguro de cómo decir esto exactamente. Porque sus palabras no
hicieron esto mejor. No solucionaron el pasado.
—No
sé qué hacer con esto aún. Nunca sabré que hacer con esto. —Me detuve cuando un
recuerdo vino a mí, de Harris de pie en la valla durante uno de
mis juegos en el instituto, de mi entrenador después de sacarme de un juego.
Había perdido esa práctica porque mi mamá se enfermó de gripe y la lleve a
Urgencias en Mobile. Al centro de salud más cercano. Cuando llegué a la
práctica, el entrenador me envió a las bancas. Cada vez que miré hacia la valla
durante ese partido, Harris estuvo allí, con los brazos cruzados frente a su
pecho como si estuviera montando guardia sobre algo o alguien.
—Ese
partido, en el instituto cuando me castigaron por perder la práctica anterior.
Yo fui relegado a la banca. Entonces, después de que el entrenador regresara de
una discusión muy acalorada contigo, él me puso en el juego.—Me detuve y
estudié su rostro y vi la respuesta en su expresión—. Le obligaste a que me
metiera en el juego, ¿No?
Harris
me dio una sonrisa triste.
—No
fue tu culpa tener que llevar a tu madre a ver a un médico. Fue una decisión
injusta por parte del entrenador Madison, y yo le recordé lo imprudente que era
dejar a su gran receptor en el banco.
Eso
no corrigió todo lo malo. Pero me hizo saber que a veces, aunque yo no me diera cuenta, él estaba al pendiente
de mí. Solamente que yo no lo sabía. Hubo otros casos en mi vida cuando las
cosas parecían ir mal y luego todo estuvo bien sin ninguna explicación. ¿Fue
siempre él?
—El
entrenador no era un gran fan mío —contesté.
Harris
levantó una ceja.
—Bueno,
no eras exactamente el chico más confiable en el equipo.
Dejé
escapar una breve carcajada.
—Jugué
con resaca tan bien como lo hice sobrio.
La
sonrisa en su rostro no era algo que yo estuviera acostumbrado a que fuera
dirigida a mí.
—Probablemente
lo hiciste. — Concordó. Nos miramos el uno al otro como si tuviéramos miedo de
que todo volviera a lo habitual en cuando él se fuera.
—Mira,
hijo —aclaró la garganta—, o Nico, si es así como prefieres que te llame. Si quieres
ir a comer algo alguna vez, o tomar una copa, o lo que sea... sólo llámame.
Estaré allí.
Se
dio la vuelta y empezó a alejarse cuando no respondí. Antes de
que
llegue demasiado lejos, grité:
—Puedes
llamarme hijo, si así lo quieres.